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El fruto del Espíritu y las obras de la carne

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Por Paulo Santis Lipán

Cuando el creyente se convierte a Jesucristo, inicia su vida cristiana, comienza a reconstruir su vida espiritual que fue destruida por el pecado. Esta restauración es un proceso que dura toda la vida, se designa como el proceso de la santificación, que consiste en reproducir la imagen de Cristo en los creyentes, a lo que la Iglesia Oriental le denomina la divinización de los cristianos. Tal aspiración del seguidor de Cristo se lleva a cabo por medio del desarrollo del fruto del Espíritu, cuyo gran obstáculo son las obras de la carne. En este artículo se contrastará el fruto del Espíritu con las obras de la carne para finalmente extraer aplicaciones prácticas.

1.  El fruto del Espíritu.

1.1.  Definición.

El fruto del Espíritu no debe confundirse con los dones del Espíritu Santo. Los dones espirituales son regalos de Dios a los creyentes con la finalidad de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio (Ef.4:12); mientras que el fruto del Espíritu se desarrolla en tanto el creyente anda en el Espíritu, es guiado por el Espíritu y vive en el Espíritu (Gá. 5:16, 18, 25), cuyo fin es exhibir la imagen de Cristo.

Los dones espirituales no se pueden obtener todos, puesto que Pablo les dice a los corintios “¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros ¿Hacen todos milagros?  ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?”  (1 Co.12:29-30). Pero respecto al fruto, el apóstol Pablo exhorta a desarrollarlo en todas sus características o manifestaciones.

Los dones espirituales dependen de la voluntad del Espíritu Santo quien reparte a cada uno en particular como él quiere (1 Co.12:11). Sin embargo, el fruto del Espíritu    (Gá.5:16) depende de la voluntad del creyente, pues el vocablo griego peripateite cuya traducción es “andad” se encuentra en voz activa, es decir, la acción de andar, la responsabilidad de someterse al Espíritu, recae en el creyente. También, el mismo vocablo se encuentra en tiempo presente, que en griego es una característica continua, sugiere que permanentemente el creyente debe manifestar el fruto del Espíritu; mientras que los dones espirituales se manifiestan ocasionalmente, cuando las circunstancias y la voluntad de Dios lo requiera.

El fruto del Espíritu es la nueva vida producida por el Espíritu Santo que modela la personalidad del creyente. Es un conjunto de virtudes que dan cuenta de la transformación del carácter de la persona nacida de nuevo, constituye la señal indudable y concreta de la acción de Dios en la vida de un ser humano. Indica que el creyente, tanto en la esfera privada como en la vida pública, camina guiado por el Espíritu en todo tiempo y que ha dejado atrás su anterior estilo de vida. Es la señal y sustancia de su transformación a la imagen de Cristo, y las virtudes morales necesarias para poder seguir a Jesús.1

1.2.  Como se desarrolla el fruto del Espíritu.

El apóstol Pablo señala en Gálatas varias maneras para desarrollar el fruto del Espíritu: andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne (5:16), ser guiado por el Espíritu (5:18), vivir por el Espíritu (5:25), restaurar a los creyentes que fueran sorprendidos en alguna falta con mansedumbre, considerarse uno mismo (6:1), sobrellevar las cargas de otros (6:2), llevar su propia carga (6:5), compartir con el que le instruye toda clase de bienes (6:6 DHH), no cansarse de hacer el bien (6:9) mayormente a la familia de Dios (6:10).

Asimismo, se requiere la colaboración del cristiano; lo que crece automáticamente en la mayoría de los jardines son las malezas. Si el individuo desea disfrutar el fruto del Espíritu precisa cultivarlo, si bien es cierto Dios lo cultiva (Jn.15:1), el cristiano debe cooperar con el Espíritu.2 Del mismo modo como ocurrió en la conversión donde Dios, por medio de su gracia preveniente, subsecuente y cooperante restaura la libertad al hombre para que éste tome la decisión de creer en Cristo; ahora con el auxilio del Espíritu, tiene que cooperar para cultivar el fruto del Espíritu.

El fruto del Espíritu se desarrolla como resultado natural de estar en Cristo y depende del lugar donde el cristiano esté plantado. Cuando el creyente se convierte a Cristo es trasplantado a un terreno totalmente fértil que generará una vida con fruto abundante. De ahí que la evidencia de tal obra de regeneración supere todas las reacciones del creyente ante los problemas de la vida.3

1.3.  Las consecuencias de cultivar el fruto del Espíritu.

En Gálatas, Pablo menciona varias consecuencias al desarrollar el fruto del Espíritu. Se contrarrestarán los deseos perniciosos de la naturaleza pecaminosa (5:16) para neutralizar las demandas del viejo hombre (5:17). Al decir que no estamos bajo la ley, se hace referencia a la ley de Moisés por lo que sugiere el contexto de Gálatas donde los judaizantes intentaban judaizar a los creyentes gentiles por medio de la circuncisión y el guardar la Ley de Moisés. En este sentido Hendriksen señala que andar en el Espíritu no está bajo la ley, pues ésta significa derrota, esclavitud, maldición e impotencia espiritual, porque la ley no puede salvar (Gá.3:11-13; 21-23, 25; 4:3, 24, 15; 5:1).4 Es precisamente el Espíritu el que nos pone en libertad (Gá.4:29; 5:1, 5; 2 Co.3:17).

Sin embargo, esta libertad no consiste en dar rienda suelta a las pasiones sino a una esclavitud por amor (Gá.5:13).  Porque cumpliendo el precepto del amor se cumple toda la ley (v.14). Las quince obras de la carne (Gá.5:19-21) están afectadas por algún mandamiento del Decálogo. En cambio, el fruto (en singular, porque nace como un árbol entero) del Espíritu, expresado en forma de nueve actitudes, entre las que se incluye el amor y la fe, supone una superación por exceso de los mandamientos del Decálogo, como Cristo los declaraba según el evangelio de Mateo (Mt.5:21-48).

2.  Las obras de la carne.

2.1.    Definición.

El vocablo empleado por Pablo en Gálatas para referirse a las obras de la naturaleza pecaminosa es carne (sarx en griego). Este término, se emplea como sujeto del pecado, donde no actúa el Espíritu (Fil.3:3; Ro.8.13-14; Gá.4:23; 4:18), se edifica sobre la sarx o poner la confianza en ella es pecado. Todo lo humano y terrenal es sarx, y en la medida en que los seres humanos confían en la sarx en este sentido, ella se convierte en un poder que se opone a la acción del Espíritu (Gá.5:13, 17). Los creyentes han crucificado la sarx (Ro.7:5; Gá.5:24), ya no están edificando sobre la sarx sino sobre Cristo.5

Las obras de la carne se desarrollan u originan naturalmente como consecuencia de la naturaleza pecaminosa. Es propio de la naturaleza caída y degrada por el pecado, obrar diversas transgresiones. Si bien es cierto, Gálatas mencione algunas obras de la carne como adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías (5:19-21), no son las únicas, a lo largo de las Escrituras se encuentra una lista considerable de las obras de la carne.

2.2.    Las consecuencias de las obras de la carne.

Pablo menciona varias consecuencias al someterse a la naturaleza pecaminosa. El creyente es esclavo, pues no puede hacer lo que quisiera (Gá.5:17), Jesús dijo: “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Jn.8:34). No solo es esclavo del pecado, sino que también aún esta esclavizado a la ley (Gá.5:18; 5:1; 4:9).  Los que practican las obras de la carne, no heredarán el reino de Dios (Gá.5:21). El que siembra para la carne, Pablo asegura que segará corrupción (Gá.6:8), “una cosecha de muerte” traduce la Biblia Dios Habla Hoy.

Incluso para aquellos que han sido justificado por la fe en Cristo es fácil en ocasiones sujetarse a la esclavitud de un sistema. Aún cristianos experimentados como Pedro y Bernabé pudieron descarriarse por un momento. Pablo no se queja de su teología, sino de su praxis cuando “los de la circuncisión” les indujeron a no comer con los cristianos gentiles (Gá.2:11-14). Ninguna otra carta deja más claro que Gálatas la importancia de expresar en la vida todas las implicaciones de la salvación que recibimos a través de la Cruz.[6]

Martín Lutero también afirmó lo mismo al señalar que Pablo al exhortar a no satisfacer los deseos de la carne, desea expresar que éstos aún no han muerto en los creyentes, sino que saltan nuevamente y luchan contra el espíritu.[7] La carne de ninguno de los fieles es tan piadosa que, al ser ofendida, no comience a morder y devorar, o al menos hacer caso omiso de algún detalle del mandamiento del amor. Desde el primer acoso ya no puede controlarse, sino que se enoja contra su prójimo, busca venganza, y lo odia como su enemigo, o al menos no lo ama como debiera amarlo, escribió el reformador.

3.  Aplicaciones prácticas.

Haber crucificado la carne (Gá.5:24) con sus pasiones y deseos, según la perspectiva del apóstol Pablo, no es una opción, una demanda colateral o un asunto secundario para los creyentes, ya que se trata de una señal visible de la nueva naturaleza que ostentan los creyentes como hijos nacidos de Dios.[8] Esto es posible gracias a la obra interna de Dios en los creyentes quien “produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil.2:13).

El fruto del Espíritu no afecta únicamente el carácter individual de una persona haciendo de ella un buen vecino, una ser humano amable o bondadoso. Afecta tanto la vida privada como la vida pública de los discípulos. Esta realidad humana incluye el espacio público, sea este terreno político, los movimientos sociales, las instituciones del Estado, los medios de comunicación, etc.

No dar cuenta de esa identidad en esos lugares en los que frecuentemente los evangélicos fueron marginados debido a su condición de minorías religiosas o se automarginaron debido a una teología sesgada que separó irresponsablemente lo sagrado de los profano o lo espiritual de lo secular, indicaría que el creyente no ha entendido que la manifestación del fruto del Espíritu no está limitada al templo, restringida a los momento del culto común o reducida a las relaciones fraternas con otros discípulos.[9] (López 2006, 99-100).

En conclusión, el apóstol Pablo escribe a la iglesia de Gálatas, una iglesia cristiana, que experimentaron la fe salvífica, disfrutó del Espíritu Santo, pero que, por influencias de los judaizantes, ahora estaban dependiendo de las obras de la carne, de los esfuerzos humanos para la aprobación de Dios. Después de indicar los desastrosos resultados de las obras de la carne, insta, anima a los gálatas a andar en el Espíritu, desarrollar el fruto del Espíritu con la finalidad de reproducir el carácter de Cristo en ellos. La exhibición del fruto del Espíritu es una característica permanente y sistemático de los cristianos, es público como privado, interior como exterior, una responsabilidad del creyente con la asistencia, la colaboración y guía del Espíritu en tanto el cristiano ande en el Espíritu.

 

1 Lopez, Darío. La fiesta del Espíritu. Lima: Ediciones Puma, 2006, p. 94.

2 Horton, Stanley. (1992). El Espíritu Santo revelado en la Biblia. Miami: Vida, p.167.

3 Zaldívar, Raúl. Teología Sistmática desde una perspectiva latinoamericana. Barcelona: Editorial Clie, 2006, p. 579.

4 Hendriksen, William. Comentario al Nuevo Testamento Gálatas. Grand Rapids: Libros Desafíos, 2010, p. 2004.

5 Kittel, Friedrich, G. Compendio Diccionario Teologico del Nuevo Testamento. Grand Rapids: Libros Desafíos, 1985, p. 983.

6 Carson, & Moo, D. Una introducción al Nuevo Testamento. Barcelona: Clie, 2008, p.390.

7 Lutero, Martín. El comentario a  los Gálatas. Mediador Ediciones, 1535, p. 573.

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