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Hablar en lenguas, ¿pero en qué lenguas?

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Por Ariel Kim

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Mediante el documento Declaración de Verdades Fundamentales (Assemblies of God Statement of Fundamental Truths), las Asambleas de Dios, dos años después de su fundación en 1914, dio a conocer las 16 verdades fundamentales. Ellas son: 1. La inspiración de las Escrituras, 2. El único Dios verdadero, 3. La deidad del Señor Jesucristo, 4. La caída del hombre, 5. La salvación del hombre, 6. Las ordenanzas de la iglesia, 7. El bautismo en el Espíritu Santo, 8. La evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo, 9. La santificación, 10. La iglesia y su misión, 11. El ministerio, 12. Sanidad divina, 13. La esperanza bienaventurada, 14. El reino milenario de Cristo, 15. El juicio final, 16. Los cielos nuevos y la tierra nueva.

Este conjunto de doctrinas, si bien hay que admitir que está presente en casi todas las denominaciones cristianas evangélicas, dos de ellas parecen ser un distintivo de las Asambleas de Dios, de las cuales una parece estar muy por encima de la otra en términos de originalidad. Me refiero al bautismo en el Espíritu Santo y la evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo.

En cuanto a lo primero, es distintivo porque afirma que “es una experiencia distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella” (Hec.8:12-17, 10:44-46, 11:14-16, 15:7-9), cuando la teología reformada sostiene que no existe tal diferencia. Lo segundo es muy original en el sentido de que no se encuentran registros relevantes en la historia del cristianismo que desarrollen el tema de la evidencia del bautismo en el Espíritu Santo como lo ha hecho manifiesto las Asambleas de Dios, por lo que este segundo elemento viene a ser una marca registrada como denominación.

Ahora bien, el motivo por el cual se sostiene el tema de las lenguas se debe al marco teórico que impuso Charles Parham (1873-1929), y el impacto pragmático que le brindó William Seymour (1870-1922). Básicamente, la octava doctrina dice que “se evidencia con la señal física inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija”, basado en Hechos 2:4, 10:44-46, y 19:1-6, (con la excepción de 8:14-19, ya que se trata de una presunción y no una aseveración).

Históricamente, esto ha causado cierta confusión en la comunidad cristiana del siglo XX, primero porque se trataba de una doctrina totalmente disruptiva, y segundo porque no se logró plasmar con claridad la diferencia que existe entre la lengua como evidencia y la lengua como don, lo cual en términos teológicos podría sintetizarse en teología lucana y teología paulina con relación a las lenguas.

Esta ausencia de efectividad comunicacional en el tema ha causado conflicto no solo a extraños sino a propios también, ya que a nivel popular se podía oír a ciertos predicadores pentecostales manifestar que si no hablaban en lenguas no eran salvos, y confundían cuestiones soteriológicas con las pneumatológicas. Pero cuando uno analiza con lujo de detalles, queda en manifiesto que este punto ha sido explicado con creces, pues el mismo documento dice: “El hablar en lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas, pero es diferente en propósito y uso” (énfasis del autor). Por lo tanto, por más que se trate de las mismas lenguas, se sugiere dividir en dos partes:

Una cosa es la lengua como evidencia y otra cosa es la lengua como don. Una cosa es la lengua en el Pentecostés y otra cosa es la lengua en Corinto. Una cosa es la lengua en la teología lucana y otra cosa es la lengua en la teología paulina.

La lengua en la teología lucana

La lengua en la teología paulina

Todos hablaron

Algunos hablaron

Todos entendieron

No todos entendieron

Estuvo dirigido a la gente

Estuvo dirigido a Dios

No intervino ningún intérprete

Se precisó la intervención de un intérprete

Era una señal para la comunidad de fe

Era una señal para el incrédulo

Es decir, si se considera el evento del Pentecostés, esas lenguas no eran otra cosa que idiomas extranjeros, totalmente entendibles que tenían el propósito de dar a conocer la grandeza de Dios, mientras que por otro lado, las lenguas en Corinto se asemejaban más a un lenguaje celestial, imposible de entender sin la ayuda de un intérprete, que tenía como objeto profundizar la intimidad con Dios.

Dicho esto, es importante remarcar que las lenguas como evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo están sujetas a un tiempo y espacio determinado, no siendo una experiencia continua que necesariamente perdure con el paso de los años. ¿Qué significa esto en la práctica? Que un individuo no necesariamente hablará en lenguas luego de haber experimentado el bautismo en el Espíritu Santo después de 10 años. Dicho de otro modo, el hecho de no hablar en lenguas no quiere decir que esa persona no haya recibido el bautismo en el Espíritu Santo.

Entonces, la pregunta en un auditorio por parte de todos aquellos líderes que estamos comprometidos con la identidad de las Asambleas de Dios no debiera ser: “¿Cuántos de ustedes hablan en lenguas?” Sino “¿cuántos de ustedes hablaron en lenguas al recibir el Espíritu Santo?” Y a partir de esa base, desarrollar la idea de la importancia del bautismo en el Espíritu Santo, y las lenguas como un factor teológico distintivo del cual nos sentimos identificados y orgullosos.

Ariel Kim

  • Pastor de la Iglesia del Espíritu Santo
  • Director de la Cuarta Dimensión Latinoamérica
  • Licenciatura en Teología (Hansei University)
  • Maestría en Divinidades (Hansei University)
  • Maestría en Teología Práctica (Facultad de las Asambleas de Dios)
  • Doctorado en Ministerio (Seminario Internacional Teológico Bautista)
  • Autor de 30 libros, entre ellos, ¿Quién es este? ¿Cómo hice lo que hice? Soy Cristiano y soy Político.

 

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